Saturday, June 30, 2007

El fin de un negocio familiar

Casa Serra:

“El fin de un negocio familiar”

Por Jeannette Serra

Un nuevo día comienza para el dueño de “Casa Serra”, Germán Serra. Recorre la avenida Libertador Bernardo O´higgins a la altura del #723, cruzando hacia la calle Maquiver, en dirección a su trabajo. Son las 11 de la mañana y se divisa poca gente en el lugar, junto a su esposa ingresa a la oficina, donde almuerza, realiza los llamados telefónicos y revela las fotos: todo el trabajo en un mismo lugar. Las escasas ventas del día anterior han impedido el entusiasmo que solía tener hace 10 años, cuando sólo pensaba en dinero.

Es 24 de diciembre de 1997 en la Galería Metropolitana de Santiago. Muchos locales están abiertos desde las 9 de la mañana para ofrecer sus mercaderías. Es la época de la recesión y la crisis asiática en Chile. Sin embargo, la gente no puede dejar de comprar sus regalos y, entre los más apetecidos, se encuentran en el local 33, 32, 54 y 21, entre otros. Todos estos son propiedades de una familia, que desde los años 80 se dedica al negocio de la fotografía. La mítica “Casa Serra” y sus derivados, todos hijos del dueño de esta pequeña empresa que daba luces de ser el gran éxito de estas navidades.

Pasan las horas y los clientes llenan el mesón del local 33, ofertando rollos fotográficos, marcos de foto, pilas, cámaras de 35 Mm., álbumes de foto y algún otro artefacto relacionado con la profesión. Los locales aledaños se alimentan del éxito de la fotografía en aquella época, mientras que empresas como Kodak, AGFA y Kónica tratan de competir con el triunfo en venta que genera la familia de los Serra.

Los vendedores ambulantes aprovechan de ofrecer sus productos a bajos precios, mientras los empleados de la“Casa Serra” corren de un lado a otro, buscando las fotografías reveladas. El laboratorio a una cuadra de distancia, es la única opción para ver la luz. Las demás horas pasan de pie atendiendo, comiendo y ordenando. Múltiples de acciones que debían cumplir aquellos que trabajaban para Don Pato. El local 32 y 33 era conocido por este personaje robusto, amigable y bonachón que atendía amablemente a sus clientes, ofreciendo precios muy por debajo de la norma.

Una vez una persona que frecuentaba los pasillos del lugar comentó: “sólo vengo aquí por la buena atención que hay con el cliente”. En este lugar hay un mutuo respeto entre el cliente y el empleado, al menos eso comentaba el dueño, quien sonrientemente, invitaba a pasar a su negocio pintado de amarillo y que en su frontis tenía la figura de un ave haciendo alegoría al nombre del dueño.

Muchas fotos con sus respectivos precios cuelgan de un mural en una esquina, por el otro lado una vitrina muestra la mercadería que ofrece. Una mujer de 25 años saluda amablemente preguntado “¿qué se le ofrece?”. Labios rojos pintados, uñas largas del mismo color, cabello tomado, viste de jeans y polera. “La idea no es provocar al cliente”, sostiene Gilda, una de las vendedoras del lugar.

El local amarillo posee alta iluminación, adornado según la ocasión que se celebre. Una navidad las trabajadoras se vistieron de “pascueras” para amenizar la ocasión y para septiembre no falta el huaso que las saque a bailar. El invierno se pasa junto a una buena tasa de té, mientras que el verano al lado de los ventiladores, debido al encerramiento del lugar. En la parte trasera, se encuentra una máquina para sacar fotografías instantáneas, vendidas “como pan caliente” entre los meses de febrero y marzo, la que ocupa gran parte del espacio.

Han pasado 10 años desde aquel episodio y ya casi nada queda del negocio familiar. La gran multitud de gente que paseaba entre locales, se ha transformado en un desértico lugar. Los únicos que confluyen son los mismos que abren el negocio a las 11 de la mañana. “Ya no hace falta levantarse tan temprano, la pega está mala”, comenta Leandro, quien trabaja hace más de 10 años en el rubro y hoy se ha independizado. El famoso Pato Serra, frecuenta sus antiguos locales con la razón de recordar viejos tiempos, su negocio ha sido traspasado a manos de otros comerciantes. El tiempo ya no es como hace algunos años, donde las manos picaban por tanto dinero que tenían que contar. Hoy han dedicado a ahorrar las ganancias que dejaron aquellos años de gloria.

La globalización, la tecnología y, en especial, las cámaras digitales han derrocado el negocio fotográfico que sustentaba a una familia entera. Algunos locales han cerrado sus puertas por la baja venta, otros, en cambio, han decido permanecer por el acostumbramiento que les produjo tantos años de esfuerzo. Ya casi nada queda de “Casa Serra”, que hoy en día ha tratado de sumarse a la idea de la fotografía digital, lo que ha traído nefastos resultados. “La competencia que proporciona Kodak es inigualable”, comenta uno de los dueños, quien ha decidido abrir su propio negocio familiar. César Serra, de las manos de su padre quien enseñó a utilizar la cámara, instaló un set fotográfico para modelos, que ha traído éxito internacional.

Para todos no ha seguido la misma suerte, algunos se han dedicado a la venta de propiedades y a otros tipos de negocios, ya que de algo tienen que sostenerse. Las calles contiguas, suministradas por el “Barón Rojo”, “Shopperías”, servicios de comidas rápidas, albergan a miles de santiaguinos que buscan comodidad en medio del ajetreo de la capital. Estos ya no pasean por los locales de la Galería Metropolitana de Santiago, el tiempo en sus relojes se ha cortado y las tiendas comerciales los esperan con facilidades de pago y de compra.

La buena relación entre cliente y empleado ha quedado atrás, la que con varios años de experiencia había creado la “Casa Serra”, ha sido olvidada por sus clientes más preferidos que hoy optan por la eficiencia y rapidez de la venta. Atrás quedaron las conversaciones que sostenían los compradores con su vendedora favorita, sepultando también la relación preferente con el cliente. El computador, la memoria, la digitalización y tecnología ha significado el fin de un negocio familiar, que por lo demás, hace varios años debía haberse acabado. Pero con garras de corazón rasguñan las últimas migajas que el tiempo les ha dejado.

Lolach

1 comment:

Anonymous said...

Hace muchos años escuchabamos de la famosa " Casa Serra", además de ser un negocio familiar muy eficiente en su rubro durante muchos años, lo más importante era el calor humano con que atendían a la clientela y el trato igualitario que tenían con la gente sin excepción, La Jean, les deseamos lo mejor y que Dios los bendiga a cada uno de los integrantes de los Serra y de los Lapierre que por ahí estaban.